A medida que el sol se hundía en el horizonte, un misterioso encantamiento mezclaba susurros cítricos de limón, verde, gálbano y bergamota, tejiendo un tapiz floral de lavanda, geranio, salvia y jazmín, adornado con sándalo, cedro, almizcle blanco y pachulí. Encerrada en una botella brillante, la fragancia se convirtió en un tesoro que encarna el misterio de la eterna saga de Haramain: un viaje aromático que perdura en el tiempo y deja un rastro cautivador a su paso.
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